jueves, 21 de enero de 2016

Maui

Juraría que era el cromo número 99 de la colección de Sherlock Holmes el que me faltaba desde hacía tiempo. Me acuerdo del lugar exacto del patio del Cours Molière en el que por fin intercambié con aquella desconocida ese maldito cromo contra un taco de "si les" que no me cabía en la mano. Me pregunto porque cojones recuerdo esto ahora. Supongo que es porque entre todos los recuerdos que invaden ahora mismo mi cabeza ebria intentando salir a flote de una marea de olas de mierda, de pensamientos de mierda, de una tormenta en la que me falta el aire es un recuerdo absurdo que me ha hecho sonreír.

Eso y el ruido de las suelas vírgenes de "Mawi" que va correteando sin sentido alguno por el parquet de casa. Tiene dos meses y es mi nueva colega. Un retaco de pelos que se come los muebles de casa y que no me deja dormir desde hace más de un mes. Maui me recuerda a verano, a mar, a playa y a bien lejos de aquí que es donde querría estar ahora mismo. Bien lejos de Madrid.

lunes, 2 de noviembre de 2015

He cerrado los ojos y he sentido un rayo de sol, el viento frío chocar con mi cara.
He cerrado los ojos y he sentido mi tabla deslizar por la nieve.
He cerrado los ojos, mi cuerpo flotaba.

He cerrado los ojos y una ola ha tocado mis pies,
He cerrado los ojos y me he sentado en la orilla para ver morir el sol.

He corrido bajo la lluvia al ritmo de esa canción,
He sentido las burbujas de la piscina y mi respiración marcar el ritmo de cada brazada,
El sabor de una cerveza bien fría después de un día de playa,
El sabor de una cerveza bien fría, sentada sola en la playa.

He corrido por festivales de música y gritado por pistas de baile,
bailado hasta querer volver descalza a casa,
cantado hasta no tener nada que decir,
He cerrado los ojos y he sentido el amargo de la noche devolverme a la vida.
He cerrado los ojos y he dejado que lluevan.

He pisado fuerte el acelerador del coche en una carretera vacía,
Huido lejos de lo que conozco hasta llegar a donde aún no sé.
He soñado cientos de lugares pero no he sabido donde aparcar.

He cerrado los ojos y he vuelto a sentir el aleteo de un primer beso,
el pudor de un primer polvo, la ilusión de un comienzo.

Reír hasta que te duele la tripa. Llorar hasta que te entra la risa.
Querer hasta odiar haber querido.
Querer dejar los ojos cerrados.

r.


miércoles, 29 de abril de 2015

Gracias.

Y empezó a morir el sol y el cielo se vistió de rojo.
Era uno de esos días que anuncia la llegada del verano. Hacía calor, mucho calor. Me rascaban los últimos rayos de sol en la nuca. Y ahí estaba yo con mi pequeña Hércules de la que todos se habían reído pinchando en medio de la montaña, en medio de Cerler. Tan pequeña y tan nada en medio de aquella inmensidad haciendo bailar a tanta gente. Levantaron los brazos y cerraron los ojos casi a la vez que yo. LOAD. Y empezó a sonar Parade (Dominik Eulberg Remix) de RONE y ni me molesté en buscar el siguiente tema porque se detuvo el tiempo, ahí en medio de la nieve inmaculada, minúsculos y tan insignificantes, perdidos en una tremenda e indescriptible puesta de sol. Aquellos desconocidos me regalaron uno de los mejores momentos de mi vida. Durante 9 minutos y 14 segundos vi pasar estos 5 últimos meses. Y por fin, por fin, entendí porque. A veces todo el sufrimiento cobra sentido en un sólo instante.

Y aquí estoy a las 00.52 en la oscuridad de mi reino deseando escribir lo que no puedo contar aún, escuchando ese mismo tema en loop. Hoy, aquí y ahora, acaba de empezar un nuevo capítulo de mi vida. Aún más alucinante que todos los demás porque está todo entero por escribir. Porque por fin me han regalado un cuaderno lleno de hojas en blanco, un boli bien cargado de tinta, una cabeza vacía de miedos y un espíritu lleno de ganas. Porque hoy por fin, sé que no tengo que girar ni a la derecha, ni a la izquierda, ni tampoco seguir esperando sino seguir de frente. Hoy por fin llegó esa señal y estoy tan nerviosa por empezar a gastar tinta que padezco insomnio y quiero que vuelva a amanecer ya.

El camino entre cada Gran Capítulo de nuestras vidas está lleno de baches pero cuando logras llegar a la siguiente parada todo cobra sentido.¡Qué empiece el espectáculo! Gracias vida por esta nueva oportunidad.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Tranxilium

Mi tía Nene me acaba de regalar un anillo alucinante de calcedonias azules. Un dia paseando por Londres mi abuela lo vio en un escaparate y mi abuelo se lo regaló. Ella falleció hace menos de un mes. Miro el anillo y me pregunto qué habrán vivido esas tres piedras abrazadas a su fino dedo anular. La recuerdo fumando, siempre tan delgada. Se nos olvida que somos mortales.

Es la 1 y 55 minutos y no se oye ni un ruido en mi nueva casa. Es quizás la tercera noche que duermo aquí sola. Supongo que algún día me dará pena marcharme pero ahora mismo sólo siento un profundo vacío porque nada me recuerda a nada, ni siquiera cada uno de los objetos que llevan años viajando conmigo. Me siento como un estúpido bolígrafo cargado de tinta que no se atreve a empezar a escribir en este folio tan blanco en pleno Príncipe de Vergara.
Olvidar. Qué difícil es olvidar a alguien que no quieres olvidar. Enterrar sería el verbo apropiado. Enterrar sentimientos, enterrar sueños, enterrar anhelos, enterrar recuerdos. Engañarse a uno mismo. Fingir. Me cuesta conjugar verbos que jamás pensé que conjugaría con tu nombre.

Miro a la izquierda de mi cama nueva, vació. Y silencio. No sabría ni qué banda sonora unir a este escenario: la ausencia de todo, la nada. Y siento el impulso de correr a buscar a mi compañero de todas estas noches pero el blister plateado está ya vacío. Sólo oigo a lo lejos el ritmo frenético del reloj del horno, coches que pasan, motos que quisiera que fuesen la tuya, el teclado de mi portátil y un millón de pensamientos que retumban en mi cabeza caóticos y que no consigo ordenar.

Es difícil de explicar porque ni siquiera yo he logrado entenderlo y por supuesto nadie podrá nunca explicarme el porque la vida nos dio esa pequeña segunda oportunidad para sin venir a cuento arrebatármela. Me pesan los párpados. Bendita cerveza. Se nos olvida que somos mortales. Yo finjo, yo finjo, finjo que todo va bien…tengo un nudo en la garganta, yo finjo…durmiendo es más sencillo fingir.

Te echo de menos.

viernes, 17 de octubre de 2014

Pensé que quererse era suficiente.

Hace más de un año que no empuño el teclado de este rincón del mundo. Meses que han sido vidas. Meses que reviviría una y otra vez. Y estos 109 seguidores que ya no me intimidan.

Te veo correteando descalzo por la cocina o con tu traje y tus zapatos granate desgastados porque otra vez llegas tarde al trabajo, saltando sobre el trozo de madera que se quedó abombado por la fuga de agua de la lavadora. ¿Qué te apetece comer? Probablemente pasta y seguro que carbonara. Acabo de guardar la cafetera, platos, vasos y cubiertos. En la encimera solo queda el corta-pizzas con forma de bici que compraste en Japón. Todos esos cajones que llenamos de ilusiones se han quedado vacíos y ahora están en cajas. En cajas que no hacen más que recordarme como era nuestro Reino. "Frágil". Las mismas cajas que vacié feliz hace apenas dos meses.

Es viernes y por primera vez en mucho tiempo no he logrado cruzar la puerta de nuestro castillo. Me quedan horas entre estas paredes, horas para despedirme de un sueño y aunque no puedo dar un sólo paso sin que lluevan mis ojos ahora mismo es el único lugar del mundo donde me queda un trocito de ti. La caracola del caracol.

Te imagino correteando por el BBK, tirándote por el cesped y mirándome con esa mirada que hace tiempo desapareció. Desde aquel día nunca más nos separamos. Pero con el tiempo cambiamos esas largas conversaciones en mi terraza, esas juergas cómplices que terminaban en cualquier rincón de los garitos hasta que encendían las luces, esas noches de insomnio en las que dormíamos como siameses por miradas ajenas, caminos separados, fronteras en la cama. Lo siento. Siento mucho no haber sabido mantener nuestro castillo. Y no por ti, sino por mi. Porque fuiste y siempre serás mi más bonita casualidad.

He terminado de vaciar la estantería. Esa estantería tan larga, tan blanca y con tantos recovecos. Recovecos que sólo llene yo. Tu patinete se ha quedado solo. El mío ya duerme bajo precinto marrón. Una pila de revistas, tu colección de motos. Y ahí sentada en la escalera en medio de una tormenta tropical, me ha costado aceptar que tú nunca te viniste a vivir conmigo. Dejé mi casa pero tú nunca dejaste la tuya. Tus cosas caben tan sólo en una caja. Y ahora que te has ido a casa de tus padres mientras yo encierro en cajas mi vida y encuentro otro rincón del mundo para seguir mi camino no puedo parar de pensar en la suerte que tendrá la persona que comparta este castillo contigo.

La planta de arriba es la que más me intimida. Por eso esta semana apenas he subido. El sofá que no he vuelto a tocar, la tele que no he vuelto a encender. Silencio. Es como si hubiesen apagado las luces del escenario de una bonita historia. Hace frio. Y ya no sé si es porque ha llegado el otoño o porque aquí no vive nadie. Llevo puesto tu forro polar y los pantalones de tu pijama y me paso horas mirando tu lado de la cama. Y si. Hago eso que ni siquiera debería de escribir. Oler lo poco que queda colgado en tu lado del vestidor, oler el tarro vacío de tu colonia que quedó en el baño.

El tiempo se ha detenido y no consigo borrar tu cara llorando agarrado a una maleta roja en medio del salón de lo que iba a ser nuestro Reino. Nuestro frágil Reino.
El mundo se ha detenido y mis mariposas baten tanto sus alas que me duele la tripa.

Me da igual quien lea esto. El domingo cerraré tras de mi la puerta de mi casa, ahora la puerta de su casa. Pensé que quererse era suficiente.

Te quise como si no me fueses a partir el corazón.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Me pregunto.

Me pregunto por qué tenemos ese absurdo pensamiento de que lo humano ni se estropea, ni se rompe, ni se parte.

Porque el cristal se puede pegar, la manchas se lavan, las cosas se arreglan. Pero no hay pegamento que te arregle cuando te hieren,  no hay jabón que borre palabras inoportunas, vacíos que lo dicen todo, silencios que te matan. No hay lejía que te devuelva folio en blanco. No hay zapatero, fontanero, carpintero, sastre o electricista, capaz de arreglar aquello que se rompe dentro de ti.

Me pregunto porque el ser humano tiende a pensar que es más fácil "arreglar" lo que estropea que "cuidar" de lo que tiene. Quizás porque hoy en día todo tiene arreglo. ¿Todo?

miércoles, 12 de junio de 2013

(Lepidopteras)

1:04. Grave error enfrentarme al cuadro blanco de Blogspot a estas horas.

Un sábado más. La misma hora. El mismo garito de siempre. El mismo recibimiento y los vampiros no hacen cola. Bajamos las escaleras de ese infra-mundo lleno de sensaciones mágicas, reales o químicas. El mismo maestro de ceremonias entintado. La música inunda mi cabeza. Mis pies ya están bailando, mi cuerpo se emociona. Sabe adonde le he traído. Huele a nada y a la vez a noche. Huele a nada y a la vez a todo. Se me erizan cada uno de mis poros. Piel de gallina. Bailo para olvidar. Bailo para no pensar. Hace calor.

Compartimos todos este paréntesis fugaz en medio de cada una de nuestras rutinas. Cuantas vidas, cuantos miedos, cuantas preguntas pueblan la pista. Bailamos ajenos a mañana, ajenos al sol que empieza a estirarse entre los edificios del centro de Madrid. Y Los focos me ciegan, no sé quien eres. No sé ni como te llamas. También desconozco tu edad. Pero esta noche estamos juntos conjugando la misma música, las mismas sensaciones, los mismos subidones y quizás los mismos miedos.

Tantas noches de viaje por aquí. Sin embargo entre tanto desconocido muchas caras me suenan.Y entre tanto desconocido aunque tú no estés yo te veo.
Mi boca me reclama una cerveza bien fría. Cerca de la barra, en un rincón casi imperceptible, él y ella se comen con los ojos. Juraría que se acaban de conocer. Juraría que se están dejando llevar, por la oscuridad, por un pellizco de magia, por el morbo de lo desconocido. La rutina le ha jugado una mala pasada. Ella no para de hablar, él apenas abre la boca. Cuanto más les miro, más recuerdo esa sensación. Una jauría de mariposas aleteando desatadas, enfurecidas, locas, fuegos artificiales en lo más profundo del inconsciente, escalofríos a flor de piel, los ojos cerrados, las manos queriendo sentir, queriendo tocar. Y mis mariposas quieren volar con las tuyas. El mundo alrededor se ha desvanecido. No escucho ni un sólo vatio. Sólo retumba mi respiración y siento tu corazón latir. Ya no bailo al son de la música. Bailo al son de cada uno de tus movimientos. Quisiera conocerte en 10 minutos y perderme contigo.

Empuño mi Mahou bien fría. Me pregunto una vez más si es posible retener este loco aleteo de lepidopteras para siempre en la boca del estómago. Quizás el alcohol turba mis pensamientos. Pero contesto si. Es posible.

Las luces se encienden. Vuelta a la realidad. Y le pongo cara a las sombras. Bajamos de golpe de ese limbo irreal en el que por un instante todos desconocidos hemos compartido algo. La pista se ha quedado vacía tan sólo descansa una moqueta de vasos rotos. Ha sido una noche más. Pero no ha sido una noche cualquiera.

Algunos ajenos a los rayos de sol se mudan entonces a otro infra-mundo no muy lejano. A otros les pesa el teléfono un contacto más. Y yo me vuelvo a mi casa con la sonrisa que me has regalado.

2:22. Sabía que era un error empuñar el teclado.